Hoy, en rescate de la memoria histórica, les invitamos a conectarse a nuestro ciclo de conversatorios: “La memoria de las mujeres, la fuerza de las luchas”, en este cuarto capítulo participarán dos ex. Prisioneras políticas: María Eugenia Bravo, Profesora de Estado en Filosofía, Psicología y Académica de la Universidad de Chile; Martha Montoya Vélez, estudiante en el Centro de Estudios de la Realidad Nacional de la Universidad Católica de Chile y Wally Kunstmann coordinadora general corporación Estadio Nacional, Memoria Nacional ex Prisioneros Políticos. Conduce Gloria König. #unpueblosinmemoriaesunpueblosinfuturo
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¿Dónde están? La búsqueda de los desaparecidos de Pinochet se agota
6 de agosto de 2019 07:53 ¿Dónde están? La búsqueda de los desaparecidos en la dictadura de Augusto Pinochet se agota
Juana Cerda, hija de César Cerda, que desapareció durante la dictadura militar de 1973-1990 de Augusto Pinochet en Chile, sostiene una imagen de su padre frente al Memorial de los Prisioneros Desaparecidos y Ejecutados en el Cementerio General de Santiago.
Hace 43 años la vida de Juana Cerda se detuvo. Su padre, miembro del Partido Comunista, fue detenido por la dictadura de Augusto Pinochet. Como él, otras 1 000 víctimas permanecen desaparecidas, en una angustiante búsqueda que ha rendido muy pocos frutos. El 19 de mayo de 1976 César Cerda, de 47 años, casado y padre de tres hijos, fue detenido tras meses de persecución a la cúpula del Partido Comunista. “¿Dónde está?, ¿Dónde quedó su cuerpo?, es la vida que llevamos preguntándonos”, dice Juana, al frente del memorial que recuerda a los 3 200 muertos y desaparecidos de la dictadura en el cementerio general de Santiago.
Otras 38 000 personas fueron torturadas por el régimen (1973-1990). Las tumbas con letreros que dicen ¿Dónde están? se ven en la zona llamada Patio 29, en el Cementerio General de Santiago, el 16 de mayo de 2019, donde las personas que desaparecieron durante la dictadura militar de Augusto Pinochet de 1973-1990 en Chile fueron enterrados sin ser identificados.
Junto a su madre recorrió hospitales, comisarías, morgues y cuarteles sin respuesta, al igual que otras esposas, hijos, hermanos o parejas de miles de prisioneros políticos. “La búsqueda fue muy dolorosa. En el caso de mi madre hizo una huelga de hambre, se encadenó. Nos cambió totalmente la vida”, relata Juana, que a sus 62 años continúa buscando a su padre, del que solo sabe que pasó por los centros de torturas Villa Grimaldi y Simón Bolívar, en Santiago.
El mismo camino recorrió la familia de Eduardo Campos, detenido en 1973. “Han sido años de búsqueda y no tenemos nada”, dice su hermana Silvia, que siguió las indagaciones tras la muerte de su madre en 1994. Su caso es aún más dramático. En 2006, el Servicio Médico Legal les informó que el cuerpo identificado como el de Eduardo no era tal. Tuvieron que desenterrarlo y partir de cero nuevamente. –
¿Búsqueda paralizada? – De las casi 1 100 personas que figuran como desaparecidas, apenas 104 fueron encontradas. El último gran hallazgo ocurrió hace más de una década. Las agrupaciones de víctimas lo atribuyen al desinterés de los sucesivos gobiernos y denuncian que tras la llegada al poder del conservador Sebastián Piñera, en marzo de 2018, las labores se paralizaron. “Para el Estado de Chile no ha sido un tema (de interés), y creo que este gobierno, por sus características, no solo ya no tiene interés sino que boicotea cualquier avance”, acusa Lorena Pizarro, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, hija de Waldo Pizarro, desaparecido en 1976. La antropóloga Giselle Contreras del Servicio Médico Legal de Chile trabaja en un esqueleto humano no identificado para mostrar un ejemplo de cómo aplicar técnicas para la identificación de personas que desaparecieron durante la dictadura militar de Augusto Pinochet de 1973-1990 en Chile. En diciembre de 2017, a poco de terminar la presidencia, la socialista Michelle Bachelet lanzó un Plan Nacional de Derechos Humanos, que incluye el programa Búsqueda y destino final de detenidos desaparecidos, que en 2021 debería presentar una hoja de ruta con objetivos, responsables, recursos y mecanismos de seguimiento y evaluación de resultados. Pero según la organización de memoria Londres 38, tanto el plan como el programa “se encuentran paralizados y en constante revisión por el actual gobierno”. Para Amnistía Internacional, las modificaciones introducidas por el gobierno de Piñera a este plan para eliminar el compromiso de acabar con la ley de Amnistía de 1978 y la creación de una comisión permanente de calificación de víctimas, implican “ aumentar la deuda pendiente”. “Se ha dado continuidad y profundizado el trabajo en esta materia. Hemos manifestado en todas las oportunidades que hemos tenido nuestro compromiso en este ámbito y hemos tenido las puertas abiertas a recibir a las diferentes organizaciones de familiares”, dice la subsecretaria de Derechos Humanos, Lorena Recabarren, en un correo electrónico tras rechazar una entrevista con la AFP. Ampliar Marisol Vega, nieta de Julio Vega, quien desapareció en 1976 durante la dictadura militar de Augusto Pinochet en 1973-1990, posa sosteniendo una foto de su abuelo frente al Memorial de los Prisioneros Desaparecidos y Ejecutados en el Cementerio General de Santiago. – ¿Por qué tan pocos? – Sobre las causas judiciales, a diciembre de 2018 la Subsecretaría informó que tramitaba 451 procesos por ejecuciones (correspondientes a 851 víctimas) y 266 por desaparición (618 víctimas). Desde el 3 de junio, dos abogados revisan los casos de 355 víctimas que no tienen un proceso judicial. Además, se actualizó un sistema de información para procesar de mejor manera causas vigentes. Pero la deuda de justicia sigue siendo amplia. El último informe de derechos humanos de la Universidad Diego Portales estableció que solo en un 22,1% de los casos oficializados de desapariciones y ejecuciones se dictó una sentencia entre 1995 y junio de 2018. En una reciente revisión, el Comité Contra la Desaparición Forzada de Naciones Unidas expresó su preocupación por el reducido número de víctimas localizadas y recomendó a Chile “intensificar sus esfuerzos para incoar las investigaciones o acelerar” las que están en trámite. Ampliar La antropóloga Giselle Contreras del Servicio Médico Legal de Chile trabaja en un esqueleto humano no identificado para mostrar un ejemplo de cómo aplicar técnicas para la identificación de personas que desaparecieron durante la dictadura militar de Augusto Pinochet de 1973-1990 en Chile, en Santiago. “No es fácil encontrar a los detenidos desaparecidos si uno piensa que fue un diseño precisamente para hacerlos desaparecer sin huellas”, plantea Elizabeth Lira, experta en la cuestión de la Universidad Alberto Hurtado. Lira se refiere, por ejemplo, a la operación Retiro de televisores ordenada en 1978 por Pinochet tras los primeros hallazgos de osamentas, para volver a esconder los cuerpos, muchos de los cuales fueron dinamitados o lanzados al mar. Las agrupaciones afirman que las Fuerzas Armadas tienen toda la información pero se niegan a entregarla acogiéndose a un “pacto de silencio”. “No se han encontrado, porque ese era el objetivo. El que sea una herida que lacere la conciencia nacional”, plantea Lorena Pizarro. – ¿Quién busca a los desaparecidos? – Además de sus familias, que concentran los esfuerzos, una decena de jueces investigan causas de derechos humanos, mientras que una unidad especial del Servicio Médico Legal (SML) trabaja en la identificación de los pocos cuerpos encontrados. El paso de los años, los escasos vestigios conservados y la existencia sólo de fragmentos dificultan la identificación. “Tenemos las técnicas; la tecnología está disponible pero la información y la calidad de la información con la que trabajamos es muy variable”, dice Marisol Intriago, encargada de la unidad de DDHH del SML, que hoy trata de identificar unas 45 posibles víctimas. El servicio cuenta con cerca de 4 000 muestras de sangre y unos 1 800 restos óseos de familiares para asegurar en el futuro la búsqueda, ya que muchos de sus descendientes están muriendo. Pero los familiares no bajan los brazos. “Vamos a seguir en la lucha hasta que se nos vaya la vida”, promete Juana Cerda. Ampliar La chilena Lorena Pizarro, hija de Owaldo Pizarro, quien desapareció durante la dictadura militar de Augusto Pinochet en 1973-1990 en Chile, posa sosteniendo un cartel con una silueta que dice “¿Dónde están?” En Santiago. TAGS MUNDO CHILE DESAPARECIDOS AUGUSTO PINOCHET ASESINADOS
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Los hijos del Cóndor.Carla Rutila Artes.

En diciembre de 1983 Abuelas de Plaza de Mayo localizó a Carla en poder de Eduardo Alfredo Ruffo, integrante de la Triple A, y su esposa Armanda Cordero. El matrimonio se encontraba prófugo de la justicia hasta que en 1985, tras una intensa búsqueda, fueron localizados. La niña se realizó los análisis inmunogenéticos en el BNDG y en septiembre de 1985 los resultados confirmaron que se trataba de Carla, hija de Graciela y Enrique. Su madre permanece desaparecida.
La TV Pública presenta “Nietos, historias con Identidad”, una serie de micros con relato de Víctor Hugo Morales en los que a través de testimonios de los protagonistas, se cuenta la historia de búsqueda de familiares de desaparecidos y de hijos de desaparecidos que recuperaron su identidad y fueron restituidos a sus familias. Además, se invita a todos aquellos jóvenes que tienen dudas sobre su identidad a acercarse a Abuelas de Plaza de Mayo.
Emitido el 15-08-12 por la TV Pública.
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Carla Rutila Artes falleció este 22 de febrero de 2017, con 41 años en Buenos Aires-Argentina a causa de un cáncer que ni en los peores momentos le impidió reclamar memoria, verdad y justicia.Su historia, es una prueba del terrorismo de Estado y la existencia del Plan Cóndor, una estrategia de coordinación entre las dictaduras latinoamericanas con el apoyo de la CÍA, en la década de los años 70.
Para mayor información
EL PAIS › EL TESTIMONIO DE CARLA ARTES, APROPIADA POR EDUARDO RUFFO, EN EL JUICIO POR ROBO DE BEBES
“Me restituyeron el nombre y el amor”
Después de vivir veinticinco años en España junto a su abuela Sacha, Carla Artes volvió a la Argentina y reiteró ayer ante el tribunal que Ruffo abusaba de ella y se fugó cuando su abuela la encontró. El represor pidió no estar en la audiencia.

Cuando Carla Rutila Artes vio por primera vez su foto en televisión y a una señora que decía que la estaba buscando, le preguntó a Eduardo Ruffo quién era esa mujer. El parapolicía, que integraba la banda de Aníbal Gordon, le respondió que era “una vieja bruja” que la buscaba para sacarle la sangre. Tiempo después, cuando finalmente Carla conoció su historia, un juez le presentó a su abuela biológica. “Entra mi abuela y creo que conocer a la vieja bruja fue lo mejor que me pasó en mi vida; el proceso con ella indudablemente fue complicado, pero hay dos cosas que se me restituyen en ese momento: el nombre y el amor, porque con Ruffo tenía todo lo material, pero carecí de todo eso”.
Carla Rutila Artes declaró en la audiencia del plan sistemático de robo de bebés como el año pasado lo hizo en el juicio por los crímenes de Automotores Orletti, base del Plan Cóndor en el país. Esa vez, Carla se sentó frente a su apropiador, que permaneció en la sala para escuchar, entre otras cosas, la primera denuncia que ella se animaba a hacer públicamente sobre la condición de abuso a la que él la sometió desde los tres a los nueve años. Esta vez Ruffo no estuvo presente en la sala. Antes de que empiece la audiencia pidió al Tribunal Oral Federal 6 una autorización para retirarse a la alcaidía. Ruffo se fue. Carla entró. Habló de su historia sin la obligación de esquivar la mirada que el año pasado la hundió durante varias semanas en sus más pesados fantasmas.
Ella volvió al país hace unos meses después de 25 años de vida en España. En el cuerpo lleva la marca de una disminución de la escucha, producto de los golpes de quien la situó durante años como su hija. Se sentó con la cabeza de costado, para escuchar las preguntas. Les pidió a los jueces la compañía cercana de la coordinadora del centro Ulloa de asistencia a las víctimas, para poder sostenerse.
Cuando lo bueno desaparece
A Carla la secuestraron en Bolivia el 2 de abril de 1976 con su madre, Graciela Rutila Artes, dirigente estudiantil en Oruro. “A mí me llevaron a un orfanato, me condenaron a desaparecer desde ese momento, sé que a mi madre la llevaron al Ministerio del Interior de La Paz. El 24 de agosto nos reúnen nuevamente, me sacan del orfanato en medio de un operativo bastante impresionante, a ella la llevan a la cárcel de mujeres y sé que gracias a la denuncia que empezaba a hacer mi abuela hicieron que la Cruz Roja boliviana presenciara la situación. La obligaron a firmar un papel como que estábamos en perfecto estado de salud y el 29 de agosto de 1976 nos trasladaron de Villazón a la Argentina.”
Participaron la Policía Federal argentina y el Servicio de Inteligencia, pese a que hacía tiempo que ninguna de las dos estaban en el país. En Orletti, Carla tenía un año y tres meses. “Yo sé que debo haber estado tres semanas, como mucho un mes. Me acuerdo del suelo, la altura de una canilla, los pitidos del tren: eso no se me olvidó nunca, porque al día de hoy sigo teniendo los pitidos frecuentes adentro del oído.”
Un sobreviviente situó a su madre en ese espacio, pero después nadie supo más nada de ella porque, como su militancia estuvo en Bolivia, en el país nadie la reconoció. “A mí me sacan en esos días y me llevan a Magister, que era una empresa regenteada por Otto Paladino, un lugar encubierto donde trabajaba la Triple A con Eduardo Alfredo Ruffo, Aníbal Gordon. A días de estar ahí, fui apropiada por Ruffo. Me inscribieron como Gina Amanda Ruffo, nacida el 26 de junio de 1976, figuro haber nacido en el seno de esa familia, como hija de él y de Amanda Cordero de Ruffo.”
Los Ruffo tuvieron un hijo un año más tarde. “Nunca me dijeron nada: es decir que yo viví desde el ’76 hasta el ’83 con relativamente alguna normalidad de ir al colegio, de vida normal entre comillas, dentro de lo que se puede considerar una vida normal hasta que este señor Ruffo empieza a ser investigado por la Justicia y en enero de 1984, cuando era inminente el arribo de mi abuela al país porque había nueve denuncias por mi caso, él tuvo cierta urgencia de ponerse prófugo.”
En la sala, el fiscal Martín Niklison hizo la primera parte de las preguntas. “Cuando uno lo ha pasado tan mal y ha tenido una infancia tan infeliz lo poco de bueno desaparece: los únicos recuerdos de la infancia son junto a mi hermano, mi infancia fue una infancia llena de violencia psicológica y física y de abusos sexuales de los 3 años a los 10 años.”
La búsqueda
Con Ruffo prófugo, ellos cambiaron de casa cada tres meses. Carla quedó desescolarizada dos años. “No podíamos salir a la calle, con lo cual yo era el origen de todos sus males: me teñían el pelo todo el tiempo, buscaban la forma de esconder esta carita que era tan parecida a cuando era chica.”
En los vaivenes hubo comilonas y asados con los agentes de la Triple A y de seguridad, rondas de veinte personas con hijos y mujeres. Estaba Gordon, su hijo, el yerno de Otto Paladino. En la sala le preguntaron por las armas. Carla habló de Cariló, una casa con una puerta hacia abajo donde había armas y un arsenal “bastante grande”. “Nunca me olvidaré de una de ellas porque todavía me da pánico –dijo–: era un arma tipo alemana, me di cuenta de que la usaban los nazis.”
El 11 julio de 1984 Carla se vio en televisión. Matilde Artes estaba en la pantalla con fotos de su hija Graciela y de la nieta Carla de año y medio: “Cuando la veo a ella en televisión me reconozco”, dijo. “Las fotos eran de un bebé de un año y medio con el mismo pelito rosado que tenía yo en las fotos que ellos me habían sacado. Y la respuesta de él, aparte de la tremebunda paliza para que no volviera a preguntar nada, es que ella era una vieja bruja que te está buscando para sacarte la sangre.” Después vino un afiche en la calle, Carla mirando en el afiche la imagen de Ruffo y la palabra buscado. La idea de que algo no estaba bien. El operativo en la casa. La detención y un juez que le explica su historia.
“Me dice que no me llamaba como me llamaba sino que me llamaba Carla y que mis padres estaban desaparecidos; y que mi abuela hacía 9 años que me estaba buscando: creo que uno de los actos más importante de mi vida fue cuando me restituyeron mi nombre y no me he dejado de llamar Carla.”
Rugbistas argentinos desaparecidos en dictadura.la Voces de sus hijxs y amigos
Soy madre de tres rugbistas chilenos y abuela de otros dos. He conocido desde décadas un montón de jugadores y he compartido con ellos en las graderías, en los tercer tiempo y en vacaciones. Sé que los rugbistas forman unos de esos extraños grupos en que se producen y entablan profundos lazos de afecto, compañerismo,fraternidad sin que por lo general los unan lazos de familia. Son un grupo de pertenencia que mantiene unidos a hombres desde la infancia hasta los últimos años, incluyendo en sus afectos a sus esposas e hijos. Es por ello que esta historia caló muy hondo en mí, porque puedo imaginar perfectamente cuan profundos eran los vínculos que este deporte y la militancia unió a estos deportistas.Agradezco a Carola Ochoa, que una vez publicada la primera nota acerca de los rugbistas argentinos desaparecidos me hizo llegar a través de facebook esta que ahora comparto y que lleva el horror a un grado difícil de aceptar.
Una lista que no para de crecer
La sanjuanina Carola Ochoa, con la colaboración de familiares, amigos y compañeros de esos rugbiers y su tarea de investigación exhaustiva, logró confeccionar una nómina que hoy alcanza el centenar de casos.

Una mujer, casi de la nada y solo con su compromiso militante armó un registro de jugadores de rugby desaparecidos que no tiene precedentes. Carola Ochoa vive en San Juan, habla pausado y menciona con orgullo su trabajo social en Villa Hipódromo. Quizá no tenga idea del valor de su tarea: su pesquisa constante, la búsqueda de un nombre, de un club, del dato que esclarece. Hizo crecer la lista con la colaboración de familiares, amigos y compañeros de esos rugbiers que hoy pueblan sus archivos. Una cifra todavía imprecisa que ya superó con holgura a los 52 que son homenajeados en un torneo nacional que ella misma creó. Hoy casi duplicó la cifra. Pero además de su paciencia tibetana para juntar historias –todas reunidas en su página de Facebook– Carola consiguió que nos hiciéramos de nuevo una pregunta: ¿cómo pudo ser que tantos jóvenes que abrazaron ideales revolucionarios en los años 70 eligieran al rugby como deporte?
La respuesta no la tiene ella ni tampoco nosotros. Podríamos hacer elucubraciones sobre la matriz solidaria del juego. La época convulsionada que los encontró en la lucha. Las coincidencias en el estudio, la pasión por el rugby y sobre todo, su identificación con diferentes proyectos políticos. Eran montoneros, comunistas, guevaristas, maoístas, trotskistas. Ochoa hilvanó sus perfiles con el hilo conductor del deporte. Hizo tanto en tan poco tiempo que hasta ella misma está sorprendida. Y confiesa que se sacó de encima los prejuicios con el ambiente del rugby cuando se entusiasmó al unir las historias de sus desaparecidos.
Ahora cuenta desde su provincia: “Esta iniciativa empezó cuando Fernando Sandoval, un profesor y militante de los Derechos Humanos en Chubut, me invitó a formar parte del grupo organizador en el país de La Carrera de Miguel para traerla a San Juan. Fue durante una capacitación de tres días en Puerto Madryn, con Elvira Sanchez, hermana de Miguel, y los referentes nacionales”.
Después –confiesa en su largo correo– leyó el libro Deporte, desaparecidos y dictadura publicado en 2006 y reeditado en 2010. Una pieza encaja en la otra hasta formar un mecano que Ochoa contribuyó a extender por todo el país. Dice que en San Juan no hay jugadores de rugby desaparecidos, pero buscó y chequeó las identidades de casi noventa casos confirmados. La nómina según ella ya supera los cien. En ese número hay quienes representaban a clubes que también desaparecieron como sus deportistas. Atahualpa Rugby Club o Central Buenos Aires, el club donde jugaban los alumnos y ex alumnos del Colegio Nacional Buenos Aires.
Uno de los más entusiastas colaboradores de la sanjuanina es el ex puma Eliseo Branca. Gran jugador del CASI de San Isidro y su entrenador campeón en 2005 después de veinte años sin títulos. También se sumó Martín Sharples, tercera línea del club Porteño y atleta. Dos condiciones que no lo definen totalmente porque además es un militante comprometido que perdió una pierna en un accidente de moto. Y juega al rugby con una prótesis. Martín –confiesa Carola– la convenció de que en determinado momento debía ponerle una cifra al torneo de rugby que imaginaba. De ahí surgió el 52. Pero se quedó demasiado corta porque seguiría topándose con más casos.
“En 2015, cuando vi por internet el video de Ensenada RC. Rugby Social, conocí a integrantes de la comisión directiva: Gabriel Merayo, Germán Fisser y Ana Garcia Munitis. Me invitaron a La Plata para explicarles mi proyecto” cuenta la sanjuanina. La capital bonaerense será escenario el domingo 13 de noviembre de una jornada que seguramente Carola jamás olvidará. En el Colegio Nacional Rafael Hernández que homenajeó a sus alumnos desaparecidos colocándoles sus nombres a las aulas –varios de ellos jugaban al rugby– se realizará una jornada con doce talleres sobre derechos humanos, memoria, literatura e inclusión en el deporte de la ovalada, entre otros temas.
El sábado 12 se disputará un partido de seven y otro de veteranos en homenaje a los jugadores desaparecidos. Veinte de ellos integraron distintos planteles de La Plata Rugby Club entre las décadas del 60 y 70. La institución los recuerda en una placa colocada en su sede de Gonnet hace unos años. Sobre la historia de esta tragedia, el periodista Claudio Gómez escribió un magnífico libro: Maten al rugbier. También se filmaron un par de documentales en Brasil e Italia. Y una miniserie sobre deportistas desaparecidos les dedicó un capítulo a los del club canario –se los conoce así por su camiseta amarilla– que se estrenó en Canal Encuentro en 2015.
Otra mujer, la periodista del diario La Capital de Rosario Laura Vilche también aportó en sus investigaciones las historias de los jugadores desaparecidos de aquella ciudad. Si Ochoa encontró solo en la capital bonaerense 41 casos repartidos entre La Plata Rugby, Universitario, Los Tilos y San Luis, desde la segunda ciudad del país le aportaron dieciocho historias más de sus clubes Old Resian, Jockey, Duendes, Universitario y Logaritmo.
La organizadora de esta movida que recorrió nuestra amplia geografía sueña con repetir la jornada del próximo fin de semana en San Juan, una provincia sin tradición rugbística. Ella no quiere olvidarse de todos sus colaboradores, de quienes la acompañan en la búsqueda de más datos, más fotos, más nombres que coincidan con esas fotos que, de no ser por ella, estarían guardadas en el cajón de alguna cómoda, dispersas, quién sabe dónde. El resultado es una contribución a la memoria de un deporte que sufrió como ninguno el terrorismo de Estado. Un registro que estimulará nuevas investigaciones porque en cada caso hay una historia que merece completarse.

No recuerdo en estos dos años haber leído un libro que no tuviera que ver con la militancia en los setenta. Y con las películas me ocurrió algo parecido.
Arpilleras Por La Memoria…Un testamento gráfico
Arpilleras Por La Memoria – Bélgica Castro Fuentes.
Paradójicamente, la dictadura dio la oportunidad a las mujeres de encontrar una forma de poder político. La desprotección en que el gobierno de Pinochet dejó a mujeres de todas las clases y grupos sociales las empujó a encontrar una voz para articular sus demandas. Con motivo de su arte, las arpilleristas se organizaron, primero como madres de los desaparecidos, después como ciudadanas políticas.
El primer taller de arpilleras fue abierto en 1974, patronizado por la Vicaria de la Solidaridad. Unas catorce de ellas, desesperadas por la desaparición de sus familiares, por el hambre de sus hijos y por el terror, llegaron al patio de la Vicaria, donde se les ofreció retazos de tela, con los que podrían ocuparse y ganar un poco de dinero. Espontáneamente comenzaron a trabajar en este nuevo arte politizado.
Las arpilleras se crearon en un ambiente de silencio y miedo, y narran historias a través de colores y formas. En ellas se describen eventos de la vida de la nación: historias de pérdidas, de la negación del futuro, de la ausencia de felicidad, del deseo de paz. A las mujeres las une el dolor, la ausencia y la búsqueda inútil de sus parientes perdidos.
La relación entre arte y denuncia, imagen y verdad política no es fácil de entender para quienes viven en países donde la libertad de expresión y las garantías individuales no están amenazadas sistemáticamente. Las arpilleras chilenas son un ejemplo de tantos movimientos artísticos que tuvieron que encontrar un medio de expresión intenso pero seguro, donde pudieran gritar sin decir palabras. Las imágenes de gran inocencia y fuerza de esos tapices son un reflejo directo de las necesidades de tantos ciudadanos chilenos.
En 1991 y con la vuelta de un sistema democrático, la mayoría de los talleres habían cerrado. Pero el trabajo de estas mujeres sigue siendo un testamento gráfico de la lucha por los derechos humanos y como advertencia de que no debemos olvidar la dictadura.
Arpilleras de Bélgica Castro :www.arpillerasporlamemoria.comhttp://on.fb.me/lsFnqB
En youtube: http://www.youtube.com/watch?v=38u4LGmfKAw
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Cartas…
Archivos Audiovisuales CEDOC Museo de la Memoria y los Derechos Humanos
Los Hijos de Pinochet (1987)
<p><a href=”https://vimeo.com/103017235″>Los hijos de Pinochet (1987)</a> from <a href=”https://vimeo.com/chiledesdefuera”>Chile desde fuera</a> on <a href=”https://vimeo.com”>Vimeo</a>.</p
Diáspora Política chilena. Hijos e Hijas en Suiza
La Primavera de Chile. Documental completo
Título Original: La primavera de Chile
Título en Inglés: Chilean spring
Duración: 102 minutos
Soporte: Digital
Producción: Cristián del Campo — Gastón Muñoz
Dirección y Guión: Cristián del Campo Cárcamo
Producción Ejecutiva y Distribución: Elena Varela
Producción en terreno: Marcelo Dauros, Mauricio Castro, Mario Venegas, Cristián del Campo
Investigación periodística: Julio Candia
Colaboración Guión: Marcia Pozzo, Julio Candia, Hugo Fuentes
Cámara: Mauricio Castro, Juan Pablo Araneda, Alex Ramírez, Cristián del Campo
Edición y Montaje: Hugo Fuentes, Cristián del Campo
Arte y Diseño: Marcelo Dauros Pantoja
Postproducción: Marcelo Arriagada
Agradecimientos:
Radio Universidad de Chile
Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios, ACES
Confederación Nacional de Estudiantes Secundarios, CONES
Confederación de Estudiantes de Chile, CONFECH
Federación Nacional de Pobladores, FENAPO
Confederación de Trabajadores del Cobre, CTC
Colegio de Profesores de Chile A.G.
Fundación Progresa
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CRÍTICAS Y ESTUDIOS La Primavera de Chile o el bloqueo cognitivo Por Colectivo Miope La Primavera de Praga fue un momento crucial en la liberación política y social donde Checoslovaquia le hizo frente al avasallador totalitarismo comunista que le pretendía imponer la ex-URSS. Ahora, ésta alusión floral, respecto a Chile, estaría básicamente en consonancia con la misma idea de resistencia social pero en función a otro sistema económico –basado en el libre mercado– impuesto, mantenido y defendido por todo el espectro político -con intereses en juego- a lo largo de los últimos 30 años.
La Primavera de Chile despliega a lo largo de casi dos horas un desfile de rostros queribles, como lo son los voceros estudiantiles. También otros más rabiosos, aquellos portadores de cierta misión con causas puntuales, más que con la trinidad de conceptos que defiende el estudiantado.
Y, aunque el movimiento aludido como tal efectivamente posea todas las características de la analogía desenfundada en torno al replanteamiento duro del paradigma económico en ejecución, el largometraje logra escasamente aportar algo más a la reflexión profunda del asunto, confiando escuetamente en el abanico de argumentos cercados y por lo tanto, mucho menos aún, plantear -o al menos insinuar- rutas para los desafíos futuros del estancado embrollo. Es más bien una constatación sintética y cadenciosa, y pulcra eso sí. Una tibia cronología de sucesos con la expositiva intervención del dirigente, vocero, intelectual o experto afín.
Evidentemente las autoridades oficiales son retratadas mediante un menesteroso material de prensa como -lo que supuestamente son- figuras rígidas, ultraconservadoras, opacas, poco dispuestas a escuchar, con discursos y planteamientos mecánicamente enarbolados. Sujetos poco empáticos, sin alma. Ontológicamente despreciables. Todo legítimo, pero claro, sin permitirse acceder a su voz en ninguna distendida conversación frontal que si gozan el resto de los participantes. Es decir, se hace imposible siquiera osar cuestionar lo fríamente dispuestos o al menos a darle una vuelta, darle un respiro y acceder a ideas que los discursos oficiales por su misma lógica eficiente y sobria no lo permiten. En definitiva, en La Primavera de Chile se asume que la repetición -a modo de mantra- fortalece esa hipótesis de trabajo que jamás se pone a prueba, ni menos aún, obvio, con el latente riesgo que involucra un debate.
Aquí los razonamientos son unilaterales, su fuerza –como en la acción popular– al final del día se basa en la presión física, la ocupación y la soberbia convicción de que “lo que hacemos es lo correcto” y por tanto requiere radicalizaciones múltiples, eventuales atropellos, aceptación per se. Todo la disposición de elementos en este simulacro narrativo hace suponer –paradójicamente- que La Primavera de Chile no cree en su pueblo, no cree que éste pueda ejercer el pensamiento crítico, no cree que sea conveniente entregarle las elementos que -a través de un medio popular como lo es el cine- el individuo pueda sacar sus propias conclusiones, oxigenar su juicio, ser ciudadanos y no un par de piernas y gargantas útiles en determinado momento.
Sin duda que el metraje apunta certeramente los aspectos fundamentales del movimiento acaecidos durante el 2011 a modo de reporte “objetivo” y además toca tangencialmente aspectos incluso más interesantes y particularmente idiosincrásicos que le dan personalidad al problema, como lo fueron las performances creativamente pop en público, las marchas carnavaleras, los eventos pachangueros masivos, el majadero uso retórico del rock pesado en la represión policial, y bueno, no mucho más.
No adherir cabalmente a estas alturas a esta amalgama de fuerzas sociales que abogan por una educación de calidad, gratuita y sin lucro es prácticamente considerado una herejía, es decir, atreverse a ponderar la información, las circunstancias, los argumentos… básicamente pensar por sí mismo. Al parecer lo que se necesita hoy es el vitoreo instintivo, el apoyo irrestricto y acrítico a cualquier slogan que apele a la olvidada familia linchada por los pagarés de una institución que no le garantiza nada al educando, que lo ve como un número y mano de obra barata estratégicamente funcional a la nación en supuesto desarrollo.
Más allá de que sea el “primer” documental sobre el movimiento –un término que en sí induce a desconfiar de la fuerza interna del despliegue de los contenidos–, sería saludable que esto sirviera para profundizar en base a lo que se supone que el cine puede lograr y que lo diferencia de otras manifestaciones audiovisuales, es decir, lograr acompañar un proceso determinado en base a una cierta intimidad, a un acceso único, nunca antes visto, en la profundización de los anhelos y desafíos más particulares. En las revelaciones que puede otorgar enfrentar una oposición específica, en encontrar aquella pulsión y valor en personajes en los que nadie confía ni conoce. La Primavera de Chile no roza en más de un par de escenas algo de esto. No construye personajes (pues los personajes están construidos ya), no revela nada que no sepamos ni se propone poner a prueba la tesis con la que parte y nunca se atreve a problematizar.
De esta manera la propuesta aquí planteada tal vez sirva para expandir el “espíritu” reformista que reacciona efectivamente ante el abuso ejercido contra los más desprotegidos y, con ello, decirle al mundo que Chile se moviliza, que se une en torno a una serie de prácticas y que no tolera la prepotencia del capital. Pero, internamente, cinemáticamente, narrativamente, es apenas un primer y tibio paso respecto este gran tema. Luego, entonces, y por eso mismo, solo puede ser una formidable oportunidad para no anquilosarse en el irrelevante acopio de los hechos e imágenes que hoy por hoy abundan, redundan, cansan y sobran.
Algunas interrogantes que quedan:
¿Qué pasa con los carabineros encapuchados? ¿De donde surge esa infame estrategia de boicot, si es que existe? ¿Cómo enfrenta un carabinero su función para con los estudiantes sabiendo que su profesión nace -por lo general- de la carencia de medios para un futuro que realmente desarrolle sus aptitudes? ¿Cómo se entrena un carabinero para abordar la represión? ¿Cree en su rol, puede optar? ¿Cómo aborda el dilema un estudiante con la necesidad de manifestarse si carga una tradición uniformada? ¿A qué le teme tanto la elite dominante? ¿Sólo a perder su poder, su influencia y sus negocios? ¿Por qué ésta cree con –supuesta– reflexiva convicción que su modelo ofrece más oportunidades de desarrollo integral a los ciudadanos? ¿Se niegan al cambio por que creen que una población educada, reflexiva, crítica abusará de su nuevo estatus a modo de venganza clasista?
Somos, fuimos,seremos migrantes. Chilenos en Suecia
Camila Salazar Atias criminóloga nacida en Chile, criada en Lund, Suecia , una de las principales expertas en el campo de la actividad relacionada con las pandillas. Grado de la Universidad John Jay de Justicia Criminal, Nueva York. Donde también hizo tres años de estudio de investigación etnográfica con una de las bandas callejeras más grandes del mundo, el Todopoderoso América King y Queen Nation. Desde 1997 trabajó con cuestiones relativas a la construcción de las bandas y la identidad de las pandillas. . Camila ha establecido y dirige el Centro Sueco para obtener información sobre subculturas destructivos (CIDES), cuya misión es contrarrestar el desarrollo de las bandas, y se centran en las estrategias exitosas. Camila ya ha hecho posible que los miembros de la banda a abandonen sus vidas destructivas y comiencen de nuevo. Sus esfuerzos y perseverancia ha mejorado la vida de muchos jóvenes que ahora están viviendo sin el temor de constantes amenazas y violencia. Por el momento se desempeña como jefe de programas sociales Fryshuset, una de las casas más grandes del mundo de la juventud con más de 60 programas diferentes. Además, da conferencias, hace la promoción, habla en publico, modera, en los medios de comunicación. Ella es parte de diversos grupos de expertos y de referencia, escribe artículos en libros y los medios de comunicación, así como se encuentra en el Directorio de Samba.
Camila es una apasionado de dar a la gente una oportunidad temor honesto en la vida, el valor y la igualdad Camila recibió en 2015 el prestigioso premio internacional Anna Lindh .
Camila Salazar Atías is a criminologist born in Chile, raised in Lund and one of Sweden´s foremost experts in the field of gang related activity. Degree from John Jay College of Criminal Justice, New York. Where she also did three years of ethnographic research study with one of the world’s largest street gangs, The Almighty Latin King and Queen Nation. Has since 1997 worked with issues concerning the construction of gangs and gang identity.. Camila has established and runs the Swedish center for information on destructive sub-cultures (CIDES) whose mission is to counteract the development of gangs, and focus on exit strategies. Camila has since made it possible for gang members to leave their destructive lives and start anew. Her efforts and perseverance has improved the lives of many young people who are now living without the fear of constant threats and violence. At the moment she works as head of social programs at Fryshuset, on of the worlds largest youth houses with more then 60 different programs. In addition, she lectures, does advocacy, moderate, pubic speaking, figures in media. She Is involved in various expert and reference groups, writes articles in books and media as well as sits in Samba’s Board of Directors.
Camila is passionate about giving people an honest fear chance in life, everybody’s equal value and equality.
Camila received in 2015 the prestigious international Anna Lindh Prize for her work.Camila salazar. Perfil Linkedin