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Rescate y recopilación de memoria intergeneracional en la Web.


Se precisan niños para amanecer (discurso infantil en la narrativa del exilio de Mario Benedetti)

se precisan niños para amanecer –

Carmen Faccini   

Se precisan niños para amanecer (discurso infantil en la narrativa del exilio de Mario Benedetti) 

En el presente artículo proponemos un análisis del discurso infantil y de
adolescentes en cuatro textos literarios publicados en el exilio por el
uruguayo Mario Benedetti; se trata de los cuentos «EsCUchu • Mo/aii». «1a
colección», «Como Greenwich», y de la novela Primavera ron una esquina
rota. El objetivo es demostrar que, mientras en las obras producidas
durante el exilio del autor en Latinoamérica (1973-1980) se asiste a la con
formación del «hombre(cito) nuevo» en concordancia con un proyecto discursivo (por lo tanto ideológico) más amplio desarrollado en
tancia histórica, los discursos infantiles rclexlualizados en el período del
exilio en España (1980-1984) generan una tensión que tiende a desestahj
lizar el macrodiscurso contrahegemónico del exilio de Mario Benedetli1
De acuerdo con el análisis ideológico propuesto por Fredric Jamcson,
que aplicamos en este trabajo, el texto literario emerge del contexto que lo
genera, conllevando lo real en su «ser», intrínsecamente, <-n la forma de
«subtexto». Esto es así ya que el texto literario constituye un «acto social
simbólico»: existe un inconsciente político colectivo,
el escritor, integrante de esa colectividad, (rc)tcxtualiza o pone en forma de
un texto literario que se nutre de esos discursos sociales. Básicamente, el
método consiste en analizar la simbología del texto, su estructura, imaginería, etc. —lo que Jameson llama «horizonte político»—, lo cual nos preparapara pasar al análisis del «horizonte social». Es decir, que partiendo de ese texto simbólico, el «subtexto» nos permite reescribir o recomponer la situación social, histórica e ideológica de la que el texto emergió, nivel de análisis que Jameson denomina «horizonte social». En ese subtexto se presenta la pugna entre discursos opuestos, correspondientes a grupos sociales ideológicamente en su lucha por el poder. Contra la situación que plantea el «subtexto», el texto se presenta como una solución simbólica a la realidad conflictiva: como una fantasía de emancipación.

En 1977 Benedetti publica Con y sin nostalgia, primera colección de
relatos en el exilio, en su mayoría muy breves y de estructura aparentemente sencilla.
El cuento «Escuchar a Mozart» (280-284) presenta una
estructura bipolar —es decir, construida en torno a un eje que confronta a
dos personajes antagónicos—, frecuente en varios textos de Benedetti, como
el drama Pedro y el capitán o el poema «Hombre de mala voluntad» de La
casa y el ladrillo. El escenario de este relato se sitúa en la mente trastornada
de un torturador, el capitán Montes (correspondiente al capitán del drama
y al «vos» del poema), confrontado a un narrador-personaje que funciona
como conciencia acusadora o superyo, quien busca interpelar al capitán (en
el sentido de Althusser).
En el horizonte social, su narración es el escenario donde el adversario político lleva a cabo la deconstrucción del discurso del poder, mediante la interrupción del mismo, como táctica contradiscursiva.
En «Escuchar a Mozart», a cada actitud inmoral de los torturadores —desde una perspectiva ideológica popular—,

En 1977 Benedetti publica Con y sin nostalgia, primera colección de

relatos en el exilio, en su mayoría muy breves y de estructura aparentemente sencilla.2

 El cuento «Escuchar a Mozart» (280-284) presenta una

estructura bipolar —es decir, construida en torno a un eje que confronta a

dos personajes antagónicos—, frecuente en varios textos de Benedetti, como

el drama Pedro y el capitán o el poema «Hombre de mala voluntad» de La

casa y el ladrillo. El escenario de este relato se sitúa en la mente trastornada

de un torturador, el capitán Montes (correspondiente al capitán del drama

y al «vos» del poema), confrontado a un narrador-personaje que funciona

como conciencia acusadora o superyo, quien busca interpelar al capitán (en

el sentido de Althusser).3

 En el horizonte social, su narración es el escenario donde el adversario político lleva a cabo la deconstrucción del discurso del poder, mediante la interrupción del mismo, como táctica contradiscursiva.

En «Escuchar a Mozart», a cada actitud inmoral de los torturadores —desde una perspectiva ideológica popular—, el narrador yuxtapone una conducta ejemplificante del sector contestatario. Ejemplos de esta estrategianarrativa recurren en el relato, como se observa en el siguiente fragmento:»Hay que reconocer que la faena de anoche fue dura, con esos doce presosque llegaron juntos, ya bastante maltrechos, y ustedes tuvieron que arruinarlos un poquito más. Eso siempre te deja un malestar, sobre todo cuando no se consigue que suelten nada, ni siquiera el número de zapatos o el talle de la camisa» (280).

Paralelamente, se retextualiza y  la vez se desarticula,de
manera sistemática, un discurso con el que en un principio el sector militar
intentara justificar la toma de poder por la fuerza: «Te metieron en el
marote que estos muchachitos tan frescos, tan sanos, tan decididos (…] eran
tus enemigos, pero a esta altura ya ni siquiera estás demasiado seguro de
quiénes son tus amigos» (280-281); o bien «[…] vos crees que tenes motivos
morales para hacer lo que haces. Pero el problema es que ya casi no te
acordás del motivo moral […]» (281).
Es evidente que al retextualizarlo, Benedetti ha explotado narrativamente la fragilidad ideológica de un discurso autoritario basado en aspirciones de poder y de saqueo, o bien fundado en una ideología burguesa \
foránea, implicada en la doctrina de la seguridad nacional.’1
El proceso de desintegración discursiva del capitán se reescribe como subversión del discurso dictatorial en el horizonte social. En términos de hegemonía versus
pueblo, los sistemas de valores o ideologemas reconstituibles en la narración podrían ser: sucio/sano-fresco, falta de convicción/convicción,
cobardía/valentía, inmoralidad/moralidad, indecencia/decencia, crueldadsadismo/inocencia-frescura, falta de solidaridad/solidaridad, injusticia-ilegalidad/justicia, mentira/verdad, disciplina/indisciplina.
Hacia el final del relato, en un segundo plano superpuesto, el narrador
atestigua el diálogo que el torturador mantiene con su hijo Jorgito, quien
encarna la misma función interpélame que el narrador, actualizando un discurso popular antagónico sometido a la periferia: »

actualizando un dis
curso popular antagónico sometido a la periferia: » Pa.es cierto que vos
torturas?’ Y tampoco te habrías visto obligado, como ahora, después de tragar fuerte, a responder con otra pregunta: ‘¿Y de dónde sacaste eso?’, aun
sabiendo de antemano que la respuesta de Jorgito va a ser: ‘Me lo dijeron
en la escuela’ » (284).El cuento se resuelve cuando el capitán Motiles
estrangula a su hijo como último recurso dominativo, lo que implica su
completa degradación, así como el fin de la desarticulación de un discurso uno

torturas?’ Y tampoco te habrías visto obligado, como ahora, después <l< n.i
gar fuerte, a responder con otra pregunta: ‘¿Y de dónde sacaste eso?’, aun
sabiendo de antemano que la respuesta dejorgito va a ser: ‘Me k> dijeron
en la escuela’ » (284). El cuento se resuelve cuando el capitán Motiles
estrangula a su hijo como último recurso dominativo, lo que implica su
completa degradación, así como el fin de la desarticulación de un discursoautoritario obtuso y el triunfo moral del contrahegemónico en el horizonte social. La falsedad de las emisiones con las que el torturador intenta contradecir el discurso de Jorgito/pueblo, se confirma en el filicidio, acción que legitima los cuestionamientos del niño: » ‘Pa, ¿es cierto que vos torturas?’ […] ‘No hay que hacer caso, hijito, la gente a veces es muy mala, muy mala. ¿Entiende hijito?’ Y no bien el pibe dice con cierto esfuerzo: Pero Pa’, vos seguís acariciando esa nuca, oprimiendo suavemente esa garganta, y luego, renunciando [ahora sí] para siempre a Mozart, apretás, apretás inexorablemente, mientras en la casa linda y desolada sólo se escucha tu voz sin temblores: ‘¿Entendiste, hijito de puta?’ » (284).

Texto completo en http://cdigital.uv.mx/bitstream/123456789/7417/2/20018P73.pdf



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