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La mayoría silenciada

Posted on septiembre 18, 2012 

En la entrevista que Jordi Évole le hacía a Álvarez Cascos en la última entrega de Salvados éste último apelaba a la mayoría silenciosa como fuente de legitimación, frente al mayor poder de movilización de la izquierda. Sigue en ese argumento a Richard Nixon que se sacó de la manga ese concepto el tres de noviembre de 1969 para legitimar la guerra de Vietnam que era masivamente contestada en las calles de su país por los hippies y demás perroflautas de esa época. En defensa de la libertad y la democracia frente al comunismo, su secretario de Estado impondría a través de sangrientos golpes de Estado militares varias dictaduras militares en el Sur de América. Eso sí, siempre legitimados por la mayoría silenciosa, que consentía. De la misma manera se comportó el tan admirado por Cascos J.Mª.Aznar, haciendo caso omiso de las multitudinarias manifestaciones contra la guerra de Irak. Que Nixon fuera un psicópata mentiroso y fuera forzado a dimitir, que lo que dijo en aquel memorable discurso fuera desmentido por el hecho de que su país perdiera la guerra, que en Irak no hubiera ni rastro de armas de destrucción masiva no han impedido que la maravillosa fuente de legitimación de la mayoría silenciosa haya perdido su atractivo. Es la piedra filosofal que convierte en legítima cualquier barbaridad amparándose en aquello de que quien calla otorga. Se trata entonces de silenciar a la mayoría. Entre los métodos para conseguirlo, los más antiguos y más burdos son los que utilizan la fuerza bruta, asesinando a los que toman la palabra, encarcelándolos, etc. Pero los hay más modernos y sofisticados. Para explicar el tiempo lógico Lacan proponía un apólogo de tres prisioneros a los que el director de la prisión les proponía un acertijo. En el proceso lógico distinguía el instante de ver, el tiempo para comprender y el momento de concluir. Para que los prisoneros no salgan de la cárcel de la mayoría silenciosa entonces, lo primero es que no vean, pero tapándoles los ojos de tal manera que crean ver. Esa es la estrategia de la famosa sociedad del espectáculo, de Debord, que funciona como las técnicas conductistas de deprivación sensorial, a las que tanto provecho les ha sacado la CIA (como refleja Naomi Klein en La doctrina del shock) se trata también de tapar los oídos, para que los prisioneros no se comuniquen entre ellos y por tanto para que no comprendan. También por supuesto, es fundamental que el sujeto crea oír. En la actualidad se combinan los métodos burdos y los sofisticados, a los que intentaré dedicar otra entrada, para conseguir el deseado resultado final que ilustra la famosa imagen de los tres monos: ver, oír y callar. Por este orden, y por esta orden que enuncian seductoras voces en no menos seductoras imágenes. Ya tenemos entonces esa mayoría silenciosa y obediente legitimadora de cualquier rapiña.

 



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